Gerardo del Villar: “Es entre tiburones donde realmente soy yo”

WIRED en Español conversa con el fotógrafo subacuático Gerardo del Villar, quien ha documentado 40 especies de tiburones. Habla sobre el poder de las imágenes para inspirar conservación, el ecoturismo responsable y sobre cómo la tecnología permite ver la vida marina de formas menos invasivas.
Gerardo del Villar
Gerardo del VillarJosé Carlos Martínez

Un mar sin tiburones siempre es una mala noticia. El fotógrafo submarino Gerardo del Villar lo sabe bien y quiere que todos lo entiendan. Al inicio de su aventura, se esforzaba por retratar la fuerza de los tiburones: cuerpos, fauces y dientes. Hoy, prefiere contar sus historias, cambiar la percepción de que son asesinos despiadados, mostrar las amenazas que enfrentan y evidenciar el estado de los mares.

Su relación con estos depredadores es de amor. Me lo dice varias veces, siempre con una sonrisa. Los animales que ama han cruzado los océanos desde hace 400 millones de años, han sobrevivido a varias extinciones masivas y hoy enfrentan su peor amenaza: nosotros. En todo el mundo, su carne es consumida. Cada año, cerca de 100 millones de tiburones son cazados.

Gerardo Del Villar frente al tiburón martillo.

Óscar Ortiz / Cortesía de Gerardo Del Villar

Se conocen alrededor de 536 especies de tiburones en el mundo y 316 están en peligro de extinción por la pesca ilegal e incidental. Su racha es mala, pero son animales con rasgos admirables. Las mandíbulas de los más grandes pueden ejercer una fuerza de hasta 1.8 toneladas. En sus costados, tienen células que detectan movimientos en el agua a metros de distancia y su piel tiene texturas que reducen la fricción del agua. Además, son muy sensibles a los campos eléctricos. Existen de todos los tamaños: el tiburón enano cabe en la palma de una mano y el tiburón ballena alcanza los 12 metros de largo.

Gerardo del Villar es testigo de esta diversidad. Es el único latinoamericano en fotografiar e interactuar libremente con 10 de los tiburones más peligrosos del mundo y ha documentado 40 especies. Ha nadado con tiburones blancos sin la protección de una jaula, claro, con fines científicos. En su lista de los más extraños están el tiburón salmón, que fue a buscar a Alaska, y el tiburón zorro, que encontró en Filipinas, en la isla de Malapascua.

Una de las especies que lleva años retratando en Isla Guadalupe.

Cortesía de Gerardo del Villar Ceravantes

Aunque sus aventuras son muchas, el buzo, empresario, conferencista motivacional y autor del libro Los tiburones también tienen miedo, siempre busca más. Tiene curiosidad de ir a la zona de Raja Ampat y de bucear en la Antártida, donde le gustaría fotografiar focas leopardos. Desea seguir la ruta de Sir Ernest Shackleton, uno de los grandes exploradores, quien le inspira por estar entre los que “se lanzaron a explorar el mundo cuando no había la tecnología de hoy". Otras figuras que lo inspiran: Sir Edmund Hillary, quien tuvo su propia historia de amor con la cumbre del Monte Everest, y “obviamente, Jacques Cousteau, y el documentalista mexicano, Ramón Bravo”.

Los tiburones valen mucho vivos. Son esenciales para el equilibrio de los ecosistemas y vitales para las comunidades que dependen de su conservación para fines turísticos. Su presencia es sinónimo de mares rebosantes de biodiversidad. México es el hogar de 111 especies, pero también es uno de los 10 países donde más tiburones se capturan con fines comerciales, con cerca de 45,000 toneladas anuales. En ese escenario de terror, Del Villar se siente inspirado por los tiburones; dice que “el miedo es su mejor aliado”; es el tipo de persona que platica hilvanando títulos de películas. Su favorita, Men of Honor.

Cuando recuerda sus días de mar, los hoyuelos de su rostro surgen con la emoción. Lleva colgado un diente de tiburón tigre, una especie que casi le arranca la cabeza durante una inmersión. Este diente se ha convertido en su recordatorio personal de "disfrutar cada día de la vida". Dato curioso: un tiburón tigre puede producir hasta 24,000 dientes en una década.

Un tiburón blanco siguió la carnada hasta la embarcación.

Cortesía de Gerardo del Villar

Esta entrevista ha sido editada para facilitar su lectura.

WIRED: ¿Qué encuentro con un animal marino te motivó a dedicarte a la fotografía submarina?

Gerardo del Villar: El primer animal marino que me convenció fue un tiburón gata. Fue durante un encuentro en Belice, en 2005. Son animales muy dóciles, pero en ese entonces, no contábamos con la información que tenemos hoy.

Yo esperaba encontrarme con el temido “comehombres”, pero cuando lo vi, me di cuenta que era un animal indefenso, tenía más miedo de mí que yo de él. Ese momento despertó mi curiosidad y decidí aprender más sobre los tiburones. Viajé a la isla de Guadalupe, en México, para ver tiburones blancos, y llevé conmigo una pequeña cámara point and shoot. Cuando logré fotografiar a un tiburón blanco, comprendí que la cámara no era solo una herramienta, sino un puente para compartir mi fin: encontrarme con los tiburones.

WIRED: El cine ha reducido a los tiburones a una o dos ideas: que son aterradores e insaciables. ¿Qué aprendes al estar con ellos y por qué los defiendes?

Gerardo del Villar: Desde muy pequeño soñé con ser buzo porque mis papás lo eran. Mi mamá murió cuando yo tenía un año, y mi papá me contaba sus aventuras con tiburones, decía que eran malos. A los siete años vi la película Tiburón y me llamó la atención Hooper, el científico. Al final, cuando el tiburón destroza la embarcación, él se mete en una jaula, el tiburón la rompe y todos pensamos que se lo habían comido, pero al final, él sobrevive. Poco después, fuimos a una playa en Tuxpan, Veracruz. Mi papá le compró un tiburoncito muerto a un pescador y jugué con él en la playa con mis medios hermanos. Todos esos momentos hicieron nacer mi amor por los tiburones. Para mí, convivir con los animales es mi zona segura. Es el lugar donde me siento tranquilo, donde realmente soy yo. Me siento libre, a gusto.

WIRED: Hace un año, en WIRED contamos cómo la sobrepesca llegó a las profundidades marinas, amenazando a rayas y tiburones. En tus 20 años de encuentros con estas criaturas ¿has visto cambios en sus poblaciones?, ¿cómo es presenciar en primera fila el agotamiento del mar?

Gerardo del Villar: He visto dos fenómenos. Sin irnos muy lejos, en Cozumel había más vida que ahora. Pero también he visto lugares como Cabo Pulmo [Baja California Sur], donde hace 20 años casi no había tiburones, y ahora está lleno. Cuando los tiburones están presentes de manera natural, sin que alguien los alimente, es señal de que el ecosistema está sano. En Cabo Pulmo han creado zonas que se han convertido en puntos de esperanza. No son suficientes, pero ahí puedes encontrar toda la cadena alimenticia, desde los tiburones hasta el plancton más pequeño. Cuando quitas a los tiburones, todo el ecosistema se desbalancea.

Últimamente, he visto cada vez más coral muerto y blanqueado, y es muy triste.

WIRED: ¿Cómo luce?

Gerardo del Villar: Imagina un bosque deforestado. Ahora, estuve buceando en Cuba y encontré un jardín de coral que parecía un cementerio: los corales quemados por el sol, blancos, y los de tipo abanico, todos cortados. Es triste. Donde no hay arrecife de coral, solo ves piedras, no hay peces. Por eso es tan importante crear zonas protegidas y respetarlas.

Gerardo del VillarJosé Carlos Martínez

WIRED: Pensando en este mar extendido, que son las personas que viven del mar y habitan las costas, cuando vas a bucear, ¿las comunidades locales participan en la conservación?

Gerardo del Villar: Cabo Pulmo es un caso de éxito por varias razones, y la principal es que la comunidad local se involucró. Los prestadores de servicios turísticos eran pescadores y encontraron otra manera de ganarse la vida. Mientras tanto, en la Riviera Maya, muchos prestadores de servicios son personas de fuera que desplazaron a los locales. Para que haya un caso de éxito, es crucial que la población local esté involucrada y que ella administre los recursos.

Además, la gente de Cabo Pulmo está profundamente enamorada de su lugar. Es como la serie Yellowstone, donde no querían soltar su rancho y no lo hicieron. Cuando alguien está realmente enamorado de su lugar, va a buscar la forma de usar los recursos sin dañar el entorno. Pero cuando alguien no siente ese vínculo, va a intentar poner un hotel de 100 cuartos, algo que en Cabo Pulmo han peleado para que no se haga.


Corales
Una enfermedad misteriosa ha destruido el 40% de las especies de coral en el Caribe mexicano. La única esperanza de las especies que corren mayor peligro es el Biorrepositorio Mexicano de Corales, una suerte de arca de Noé.

WIRED: En la lógica de avanzar hacia un ecoturismo responsable, ¿qué se necesita para acercarnos de manera adecuada a estos animales?

Gerardo del Villar: Hoy en día, todos somos fotógrafos, porque con los celulares cualquiera puede tomar fotos. La fotografía depende de la historia que tú cuentes, si cuentas que el ecosistema está muy sano, que no pasa nada y que está bien, el enfoque que le des será clave para transmitir ese mensaje.

Nosotros, como fotógrafos, tenemos la responsabilidad de contar la verdad. Con nuestras fotos, debemos contar historias que ayuden a la gente a reflexionar y cambiar la percepción que se tiene de estos supuestos depredadores, cambiar la percepción que se tiene de un lugar que está sobreexplotado, todo eso.

No sé si viste el documental Seaspiracy. Las grandes empresas pesqueras financian estudios. Recuerdo que una vez me invitaron a trabajar en un proyecto para proteger al tiburón martillo (en peligro crítico de extinción), así que contacté a varios biólogos que conozco y los invité a participar, pero no quisieron porque sus ingresos dependen de grandes empresas pesqueras. Entonces, jamás van a ir contra quien paga su sueldo.

“Nosotros, como fotógrafos, tenemos la responsabilidad de contar la verdad.”

José Carlos Martínez

WIRED: Y desde la perspectiva de cómo retratar esto, ¿cómo ha cambiado tu visión de la fotografía submarina con el paso de los años?

Gerardo del Villar: Estoy entrando en una etapa muy padre con mi fotografía. Antes me encantaba capturar imágenes de tiburones abriendo la mandíbula, muy espectaculares. Hoy en día, busco contar una historia. Recién subí a redes sociales una foto de un tiburón salmón y compartí que son animales que viven en Alaska, explicando que están en peligro de extinción porque nadie les hace caso. Mi fotografía tiene como objetivo contar historias que ayuden a despertar conciencia, para que la gente se anime a levantar la mano para la conservación de estas especies.

WIRED: Hablando de historias, el periodista científico Ed Yong relató una de tus experiencias con el tiburón blanco en la isla Guadalupe, donde fotografiaste a un ejemplar con dos extrañas heridas en la cabeza y enviaste las imágenes a un equipo científico. Seguramente no ha sido la única sorpresa bajo el agua que te ha llevado a vincularte con la comunidad científica. ¿Qué me dices de los aportes de los fotógrafos submarinos a la investigación de los océanos?

Gerardo del Villar: Una vez asistí a un congreso de biólogos marinos enfocado en peces cartilaginosos, como tiburones y rayas. Me sorprendió ver que muchos basan sus estudios en especímenes muertos y pescados, no en observaciones bajo el agua. Es muy importante que los fotógrafos, los que realmente estamos preocupados por la conservación, compartamos nuestro material con ellos, como esa foto del tiburón blanco que fue mordido por un Cookiecutter, un tiburón que tiene una mandíbula grande en proporción a su cuerpo, pero que es muy chiquito.

Tengo la fortuna de haber documentado más de 40 especies de tiburones, y recientemente me pidieron algunas fotos para un libro científico en Venezuela. Es un material que comparto con mucho gusto. Claro que también me gusta hacer dinero con mi fotografía, pero la ciencia está muy golpeada por la falta de presupuesto, sobre todo en países como el nuestro. Los biólogos son personas que trabajan mucho de corazón, con vocación. Muchas veces no pueden bucear o incluso comprar cámaras de calidad, porque los presupuestos para sus investigaciones son bajos. Los fotógrafos que tenemos la oportunidad de viajar por el mundo, haciendo fotos de diferentes especies, tenemos la manera de contribuir al estudio científico con nuestras imágenes.

“La fotografía depende de la historia que tú cuentes”

José Carlos Martínez

WIRED: ¿Qué ecosistemas consideras clave para documentar en el futuro?, y ¿hacia dónde crees que se dirige la fotografía submarina en la próxima década?

Gerardo del Villar: Hay muchas áreas de oportunidad, pero si intentamos abarcar todas, será difícil que hagamos ruido. Es importante que los fotógrafos nos especialicemos y levantemos la bandera por una, dos o tres especies, o por aquellas que realmente necesiten atención, y enfoquemos nuestros esfuerzos en ellas. La vida es corta, y lo que podamos hacer por una especie para ayudar a su conservación será mucho más fuerte que dividir nuestros esfuerzos entre varias.

Creo que nadie sabe hacia dónde irá la fotografía. Hace 10 años, no teníamos la tecnología que tenemos ahora, drones submarinos y cámaras con una calidad impresionante, no quiero ni pensar lo que vamos a tener en 10 años.

Cada vez más personas se acercan a estos supuestos animales peligrosos, y cada vez más gente levanta la voz para protegerlos. En el futuro, se van a sumar más. Las nuevas generaciones traen una conciencia mayor de esto y ven que muchas especies están en peligro de extinción. Los fotógrafos de naturaleza se enfocarán cada vez más en la empatía hacia estos animales para lograr su conservación.

WIRED: Y sobre las tecnologías de hoy, que ya están empujando los límites para documentar la vida marina, ¿qué riesgos ves o qué posibilidades te entusiasman?

Gerardo del Villar: En cuanto a fotógrafos de naturaleza, creo que hay más oportunidades que riesgos. Ahora puedes fotografiar a unos ISOs muy altos, eso significa que puedes usar menos flash. También hay cámaras trampa que puedes dejar en los ecosistemas, el humano no tiene que estar presente, eso permite no molestar a la fauna.

Como fotógrafos de naturaleza, cada día tenemos más herramientas para interactuar con los animales de una manera menos invasiva. Hay tecnología que representa riesgos, pero para otro tipo de cosas: si quieres construir un hotel o hacer un acuario gigante donde metas a tres tiburones ballena y un tiburón blanco.

Gerardo del VillarJosé Carlos Martínez

WIRED: Hablando de lo que transmiten las imágenes. Como periodista que escribe sobre el mar, suelo ver un sinfín de irresponsabilidades turísticas: personas extrayendo animales y embarcaciones acosadoras. Como fotógrafo submarino que, si entiendo bien, requiere de técnicas para atraer tiburones, ¿cómo encuentras el balance entre documentar la vida privada de estos animales, con el fin de promover su conservación, sin afectar su comportamiento?

Gerardo del Villar: Cuando la alimentación de tiburones afecta su comportamiento, es cuando te das cuenta de que estás cruzando un límite. Lo mismo en la observación: si de repente tienes un tiburón ballena rodeado de cincuenta embarcaciones, sabes que no es correcto. En La Paz me gusta mucho cómo manejan la observación del tiburón ballena. En la zona del Mogote, donde suelen observarse, hay un punto de entrada donde te avisan cuántos buzos van en cada lancha; sólo pueden entrar de dos en dos y no pueden estar más de una hora con el tiburón.

Desafortunadamente, entre Holbox, Isla Mujeres y Contoy, la situación no es la misma. Hay demasiadas embarcaciones, creo que está sobreexplotado el recurso. En Cabo Pulmo me gusta la manera en que controlan los sitios de buceo: cada uno tiene un límite de embarcaciones; por ejemplo, en El Vencedor, un barco hundido donde suelen estar los tiburones, tiene un límite de embarcaciones al mes. Una vez que se alcanza la carga límite, no se puede bucear allí hasta el mes siguiente. Es importante que los prestadores de servicios regulen su interacción con estos animales y se aseguren de protegerlos.


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Sobre una lancha implantando transmisores acústicos, volando drones o evidenciando el mercado negro, las científicas de Mobula Conservation están decididas a proteger a las mobulas del Pacífico

WIRED: Hace tiempo, un guía de aviturismo me comentó que los turistas exigen ver las especies por las que pagan. Exigen. ¿Qué debemos tener en cuenta para ser más cuidadosas al observar especies en vida silvestre?"

Gerardo del Villar: Como organizador de expediciones, tengo que avisarles si la posibilidad de verla es muy baja. En una ocasión estuvimos buscando la corrida de sardinas en Sudáfrica, solo la vimos hasta el noveno día. Estuvimos a punto de regresar en blanco. Pero importa el espíritu que tenga el prestador de servicios. Si como guía de la expedición, voy con un sentido de agradecimiento para lo que el mar me regale, aunque no sea lo que estamos buscando, puedo contagiar a la gente que viene conmigo. Si voy preocupado por mi bolsillo y que la gente no va a estar contenta, entonces casi casi que “quiero sacar al ave del águila del nido”.

Cuando me preguntan: “¿qué garantía hay de ver los animales?”, siempre les respondo: si quieres ver un tiburón garantizado, ve a un acuario.

WIRED: Me interesa cómo se configura este sentido del cuidado, y sospecho que toma tiempo y experiencias tenerlo claro. ¿Algún momento en tu carrera marcó la visión de conservación que tienes de los tiburones?

Gerardo del Villar: Creo que los animales considerados poderosos, depredadores y peligrosos, son especies incomprendidas. Me gusta tratar de cambiar la percepción y protegerlos porque las ballenas, los delfines gozan de protección, pero los tiburones no. Es amor. Tengo un sentimiento que me hace sentir a gusto y me hace sentir feliz con ellos.

No hay que ir a bucear con tiburones para conservar, todos podemos conservar desde nuestras posibilidades, desde nuestra casa.