Desde México, un comerciante etiqueta en redes sociales a su cliente de Estados Unidos; le ha vendido un collar hecho con garras de jaguar. Días después, ese comprador presume una foto; en el cuello carga un crimen ambiental. Otro vendedor difunde imágenes de su mercancía, paquetes con garras y trozos de piel de jaguar. Los códigos de rastreo están a la vista: revelan envíos a Guanajuato y luego a países como Estados Unidos, Canadá, Grecia y Singapur, a través de paquetería ordinaria.
No son eventos aislados. Son algunos de los casos vistos en un estudio reciente publicado en Animal Conservation, el cual documenta el tráfico ilegal de partes de jaguar en México. La investigación, basada en el monitoreo de ocho plataformas digitales —Google, Bing, Yahoo, Facebook, Mercado Libre, Segunda Mano, eBay y Etsy—, concluyó que la demanda local impulsa este mercado negro.
Colmillos y garras son lo más común, se venden como joyería, piel en bolsos, cinturones, billeteras, brazaletes, tapetes y trajes ceremoniales; cráneos y esqueletos vendidos como trofeos; incluso animales vivos, entre estos, 69 cachorros. Solo en la última década, revela el análisis, el tráfico digital de grandes felinos en México movió, al menos, 2 millones de dólares.
El estudio confirma que México es un punto crítico de jaguares en venta: es consumidor e intermediario. Y se ha convertido en una actividad generalizada y no solo oportunista. “Es grande, hay exportación, incluso a Sudamérica, lo que nos impresiona. Hay una presión por los jaguares de la península, en Balamkú, Calakmul y la Reserva de Biosfera Maya, en Guatemala, donde hay un fácil acceso por parte de los cazadores”, explica Kurt Duchez, oficial contra el tráfico ilegal de vida silvestre de la Wildlife Conservation Society (WCS) y coautor del estudio.
Cuando perdemos jaguares, perdemos todos
La mayor amenaza para el jaguar, el felino más grande de América, es la destrucción de su hábitat. Los había desde el suroeste de Estados Unidos al centro de Argentina, pero perdió más del 50% de su hogar en los últimos 100 años, enfrentando la disminución de sus presas, la caza y el comercio.
Se estima que quedan entre 64,000 y 173,000 jaguares en el continente. Aunque figura como especie "casi amenazada" en la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), la mayoría de las subpoblaciones están en peligro. En la península de Yucatán habitan más de la mitad de los jaguares de México (hay entre 4,000 y 4,800), una subpoblación que hoy se encuentra más vulnerable a causa de megaproyectos turísticos como el Tren Maya.
Cuando se acumulan amenazas antiguas y nuevas, la cuestión relevante deja de ser “si la especie se verá afectada”, y cambia a “cuánto tiempo más podrá sobrevivir”.
Perder una especie es problemático en sí mismo, pero también para su entorno. El declive de un depredador tope, como el jaguar, afecta sus interacciones ecológicas con otras especies, lo que causa cascadas tróficas, es decir, reacciones en cadena que alteran profundamente la estructura de los ecosistemas. Esto funciona así: la desaparición de los depredadores tope aumenta las poblaciones de herbívoros (sus presas), cuyo consumo selectivo de vegetación transforma el paisaje y tiene el potencial de modificar el comportamiento de otras especies.
Encima de eso, el tráfico ilegal de especies es un riesgo para la seguridad humana. Esta industria multimillonaria es una vía potencial para la propagación de especies invasoras y enfermedades infecciosas emergentes, cuyos brotes significativos pueden causar daños sociales y económicos.
De clic en clic, rastros del mercado negro
Durante décadas, el comercio de jaguares alimentó sin freno a la industria peletera. En el siglo XVII, se exportaban desde Buenos Aires unas 2,000 pieles al año hacia Europa. La voracidad no hizo más que crecer. Solo en Brasil, se estima que entre 1900 y 1975 fueron cazados unos 180,000 jaguares. La presión llevó a la especie al borde de la extinción; en 1975, la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES) incluyó al jaguar en el Apéndice I para prohibir su comercio internacional.
Persistieron los casos esporádicos. A partir de 2010, y con fuerza alarmante desde 2014, diversos reportes e incautaciones revelaron una verdad inquietante: el comercio ilegal de jaguar estaba de vuelta en Sudamérica, en particular en Surinam y Bolivia. Un estudio publicado en Science en 2019 estimó que la región tiene el 30% de las incautaciones globales de fauna silvestre.
Para entender esta crisis, hay que voltear a Asia, donde los tigres fueron llevados al borde de la extinción. “El mercado asiático no acepta tigres de cautiverio; exige tigres silvestres”, explica Duchez. Sus dientes y garras se usan como símbolos de estatus; los huesos, grasa y órganos sexuales, en tónicos con fines médicos no científicos; la carne, en platillos de lujo, y la piel, para decoración o taxidermia.
“Con la llegada de proyectos hidroeléctricos financiados por China en Bolivia, algunos trabajadores detectaron jaguares en la zona, comenzaron a cazarlos y a difundir anuncios en radios locales para comprar sus colmillos", cuenta el oficial de la WCS. Un reporte de la UICN reveló que, entre 2014 y 2023, se incautaron 825 colmillos de jaguar en casos vinculados a ciudadanos chinos, tanto en Bolivia como en China.
Entonces, un grupo internacional de investigadores, entre ellos, algunos de los mayores expertos en jaguares, analizó 31 plataformas digitales en 19 países, usando palabras clave en español, portugués, inglés, holandés, francés, chino y vietnamita. “¿Cuál fue nuestra sorpresa? Que el hotspot mundial del comercio en línea de jaguares era México”, relata Duchez. De 230 publicaciones analizadas, 71 ofrecían dientes de jaguar con ubicación clara; México encabezó la lista, seguido por China, Bolivia y Brasil.
Dicho estudio fue liderado por John Polisar y, aunque el enfoque inicial era Sudamérica, Asia y Europa, decidieron cubrir todo el rango de distribución del jaguar. Así lo explica Duchez, veterinario guatemalteco que también participó en la investigación.
El monitoreo digital para rastrear la venta de jaguares es incipiente y la creciente situación llevó al equipo a crear una metodología con miras a ser replicable. Diseñaron la búsqueda en internet como si rastrearan animales en la naturaleza: las palabras clave y las plataformas fueron sus binoculares, y midieron su esfuerzo de búsqueda. Tras 468 horas y 20 minutos, hallaron que los dientes son el producto más comercializado, seguido por pieles y otros derivados. En un rango de búsqueda de 2009 a 2019, el 87% de las publicaciones se concentró entre 2015 y 2019.
Antes de publicar sus hallazgos en PLOS One, WCS invitó a Antonio de la Torre, experto en jaguares de la Selva Lacandona, a replicar esta metodología en México. “Al principio no pensé que fuéramos a encontrar mucho, pero la realidad fue otra”, reconoce el biólogo conservacionista.
Un mercado muy local y ecléctico
El equipo detectó 713 publicaciones con comercio explícito de felinos silvestres en México entre 2010 y 2021, la mayoría en Facebook. En ese periodo se vendieron partes de al menos 68 jaguares, 34 pumas y 23 leones. Ofertaron pieles de 12 tigres, siete linces rojos, tres tigrillos y un leopardo, así como colmillos de siete ocelotes y un guepardo.
Kurt Duchez, experto en combate al tráfico ilegal de vida silvestre, señala que la pandemia aceleró la venta en línea, una evolución lógica del comercio ilegal, que migró a redes sociales por su accesibilidad. A diferencia de otros delitos que suceden en la dark web, aclara, han observado que este crimen ocurre en la superficie, como en los marketplaces, donde vendedores y compradores pueden verse fácilmente.
La plataforma de Mark Zuckerberg resultó la favorita de los traficantes, con el jaguar como la especie más ofertada (59%), seguida por el león (21%), el puma (13%) y el tigre (10%). En total, se contabilizaron 3,175 artículos, donde las garras representaron el 74.2% (2,356) de la mercancía ofertada, seguidas de colmillos (453) y trozos de piel.
De las 60 ubicaciones identificadas, las más frecuentes fueron Ciudad de México, Felipe Carrillo Puerto, Monterrey, Tehuacán, Toluca y Taxco. El 87% de los usuarios interesados eran mexicanos, pero también hubo compradores potenciales de Estados Unidos, Vietnam, Indonesia, Egipto, Brasil y Argentina.
“Cualquier país que esté en el rango de distribución puede ser productor porque tiene jaguares, pero ¿consumidor? Eso sí es impresionante, y los mexicanos son consumidores”, precisa Duchez. A diferencia de Asia, agrega, donde el jaguar se asocia con pandillas o medicina, en México el comercio está vinculado a un símbolo de estatus ligado a ganaderos texanos y al narcotráfico. También hay compradores que usan garras para exhibiciones o turismo, otros adquieren partes en el sur para venderlas en el norte a joyeros, manteniendo un mercado local activo. “Es súper ecléctico el mercado mexicano, pero es mexicano”.
“Los datos parecen sugerir que han aumentado las publicaciones en los últimos años”, dice De la Torre, pero advierte que los algoritmos de búsqueda podrían estar sesgando hacia publicaciones más recientes o los usuarios podrían borrar sus anuncios pasados. “Este estudio es un llamado a hacer más investigación, no solo en línea, también en campo”.
Grandes lagunas: cautiverios y motivaciones
De la Torre señala que una posibilidad es que no todas las partes vendidas en línea sean de animales silvestres. Por ello, considera importante que la Semarnat y la Dirección General de Vida Silvestre revisen todos los sitios con felinos en cautiverio.
En México, el Gobierno Federal emite autorizaciones para la crianza y posesión de felinos en santuarios y centros de reproducción, pero ninguna publicación analizada en el estudio mencionó estos permisos. “Las agencias del gobierno deben verificar las condiciones en las que están estos sitios, que tengan la documentación adecuada y que no sean las fuentes de estos animales vendidos en línea”, agrega el biólogo.
Pero Duchez explica que con los jaguares la historia podría ser otra. “Hay muchos criaderos de leones y tigres en México, la Ciudad de México fue por muchos años la ciudad con más leones en azoteas de edificios en el mundo. Los jaguares se crían en cautiverio, pero son difíciles y no es legal. Los leones y tigres se adaptan mejor al cautiverio, tienen crías. Por eso está muy extendido su comercio”. En cambio, las partes de jaguar que se venden probablemente provienen de ejemplares cazados en vida silvestre y esa es la población que estamos perdiendo. Esta situación podría repetirse con especies nativas como pumas, ocelotes y linces rojos.
Las motivaciones de compra en este país no son del todo claras. De la Torre advierte que, aunque el uso de felinos ocurre desde la época precolonial y está ligado a tradiciones protegidas por la ley, es necesario replantear la situación, ya que su continuidad podría poner en riesgo a especies en peligro de extinción.
Otros mundos digitales son posibles
Los investigadores coinciden en que, así como las plataformas digitales han facilitado el comercio ilegal de vida silvestre, los esfuerzos para frenarlo desde ese entorno deben ser mayores. Gracias al trabajo de diversas organizaciones de conservación, hay avances importantes.
WCS, Panthera y WWF lograron que plataformas como Mercado Libre y Facebook Marketplace bloquearan la venta de animales vivos y sus partes. Hasta 2022, en México era común encontrar estas transacciones a plena vista. Hoy, el reto principal son los grupos privados y los códigos usados para evadir la detección. De la Torre subraya la necesidad de incorporar mecanismos de búsqueda automatizada con inteligencia artificial para detectar y censurar estas publicaciones.
Otras recomendaciones son mejores regulaciones que impidan el envío de partes animales por correo convencional, y fomentar la denuncia ciudadana de publicaciones sospechosas, así como establecer un protocolo estandarizado de monitoreo digital y que las agencias de ciberseguridad actúen en consecuencia. Además de jaguares, los investigadores resaltan que no hay que olvidar que esto también ocurre con especies de todo tipo. Mitigar esto debe ser una acción prioritaria, con la participación de agencias del gobierno mexicano y con ayuda de las organizaciones civiles interesadas.