Por un lado está Kamala Harris, que ha elegido 'Freedom' de Beyoncé con Kendrick Lamar como tema principal de su campaña electoral estadounidense de 2024 y se acompaña en el escenario de estrellas del pop, el rap y el rock. Por el otro está Trump, que convierte sus mítines en surrealistas DJ sets o utiliza canciones descontextualizadas de pop y rock como banda sonora, enojando a los artistas. La campaña para la elección del Presidente de Estados Unidos ha llegado a su fin y también fue reñida por canciones y apoyos.
La relación entre artistas y candidatos es una tradición con una larga historia en Estados Unidos, pero la música ha estado aún más presente en las elecciones de este año. ¿Cuándo adquirió tanta importancia para las campañas políticas y quién necesita de quién?
Una larga lista de famosos
Estrellas como Taylor Swift, Beyoncé, Bruce Springsteen, Eminem, artistas más jóvenes como Gracie Abrams, Maggie Rogers y Charlie XCX, que declaró a Kamala parte de la tendencia 'brat', popular entre la Generación Z, han demostrado su apoyo desde el momento en el que Harris entró a la carrera presidencial de EE UU. El "entusiasmo" por la política no es nada nuevo entre las estrellas del pop, pero nunca hubo tantos apoyos, es decir, declaraciones públicas de voto, como en este 2024. Y a menudo conciertos durante los mítines: incluso Michael Stipe volvió a cantar las melodías de su agrupación R.E.M, disueltos hace 12 años, junto a Jason Isbell, un cantautor del sur estadounidense, un zona que tiende a ser conservadora. Isbell también fue elegido para abrir la convención demócrata este verano.
De Trump no se puede decir lo mismo, a quien le cuesta encontrar seguidores en la música: Kid Rock es su fan número uno, y hay algunos otros raperos como 50 Cent o cantautores del mundo country de corriente históricamente conservadora. El expresidente se limita a utilizar canciones de cantantes liberales en sus convenciones, que puntualmente se enfadan y se distancian: la lista es larga. En el último y discutido "mitin" celebrado hace unos días en Madison Square Garden, no apareció ni un solo músico para animar su paso.
Cuando los candidatos usan (y hacen) estrellas del rock
La apropiación de canciones en los mítines no es prerrogativa de Trump. Uno de los casos más famosos tuvo lugar hace 40 años, cuando Ronald Regan utilizó ‘Born in the U.S.A.’, de Springsteen, como título patriótico. En concierto, el mandatario señaló que no había leído la letra, la cual trataba sobre un veterano de la guerra de Vietnam abandonado por el Estado.
Según la investigadora enfocada en el tema Ana Gorzelany-Mostak y autora de Tracks on the Trail: Popular Music, Race, and the US Presidency (Canciones en la contienda: Música popular, raza y presidencia estadounidense), el uso de canciones en la política estadounidense se remonta a las elecciones del siglo XIX: con la difusión de folletos con letras para cantar, escritas para promocionar a un candidato. No obstante, el punto de inflexión llegó un siglo después, en junio de 1992, cuando Bill Clinton apareció en televisión tocando a Elvis Presley con el saxofón, identificándose con la mayor estrella del rock estadounidense.
A partir de entonces fue incrementando la tendencia de políticos involucrados en la música: temas de campaña, playlists, conciertos de apoyo o para intentar que la gente votara en los estados claves, aquellos que determinan el resultado. Un ejemplo más actual se dio en 2004, cuando la élite del rock se movilizó en la gira ‘Vote For Change’. La organización se presentó oficialmente como apartidista pero muchos artistas instaron a votar en contra del entonces presidente George W. Bush y a favor de John Kerry.
Gorzelany-Mostak señala que las elecciones musicales son sobre todo "elecciones de identidad", que sirven a los candidatos para posicionarse, contar su historia, sus valores e identificar a sus interlocutores. Kamala Harris tiene en su lista de reproducción a múltiples artistas femeninas afroamericanas, mientras que el rock clásico es la columna vertebral de las listas de reproducción republicanas, que suelen dirigirse a un público blanco y masculino. Por lo tanto, no se trata solo de lo que dicen las canciones, sino también de cómo y para quién suenan: la primera parte de la campaña de Kamala Harris se basó en la sonrisa y el optimismo y se reflejó en canciones pegadizas y optimistas, mientras que otras canciones y listas de reproducción, así como las canciones de los candidatos, se eligen para hablar a segmentos específicos del electorado. Así, Kamala Harris estuvo acompañada en ocasiones por Eminem, Bruce Springsteen y la leyenda del country, Willie Nelson, que tienen historias y orígenes muy diferentes a los de ella.
¿Quién apoya a quién?
Sobre la eficacia práctica real de los patrocinios hay diferentes teorías, que a menudo se quedan en eso, teorías. Tras el apoyo público de Taylor Swift a Kamala Harris, 400,000 personas preguntaron cómo registrarse para votar en las elecciones presidenciales de 2024. Sin embargo, es imposible saber cuántas lo hicieron realmente en un sistema de registro tan completo.
Los apoyos tienen un valor simbólico, especialmente para los candidatos. Y también para los músicos, que saben que sus fans más acérrimos conocen bien su historia, lo que cantan en sus canciones, y esperan una postura coherente. Pero el riesgo de perder oyentes ocasionales, los que sostienen que los cantantes no deberían hablar de política, está a la vuelta de la esquina: Springsteen apoya por un lado a Kamala Harris, pero declaró recientemente que no habla de política en sus conciertos porque "todo el mundo es bienvenido". Es consciente de que gran parte de su público está compuesto por hombres blancos y adultos que tienen más probabilidades de apoyar a Trump que a un demócrata. Una audiencia que a menudo finge no ver que las canciones que canta a todo pulmón cuentan una visión del mundo opuesta a la de Trump.
La cuestión es la siguiente: la polarización del electorado estadounidense es ahora tan profunda que ni siquiera la música, considerada un instrumento de paz, amor y unificación, puede unir a la gente. Al contrario, se convierte en otro instrumento de discordia, entre los candidatos y entre quien la escucha.
Artículo originalmente publicado en WIRED Italia. Adaptado por Alondra Flores.