Conocí La Cláusula a través del CEO de Microsoft, Satya Nadella. Durante una entrevista con él en mayo de 2023, le pregunté por el acuerdo entre Microsoft y OpenAI, que concedía a su empresa acceso exclusivo a la innovadora tecnología de IA de la startup. Sabía que el contrato fijaba un límite a los beneficios que Microsoft podía obtener del acuerdo, y le pregunté qué pasaría si se alcanzaba ese punto. La respuesta fue un tanto desconcertante.
"Fundamentalmente, su idea a largo plazo es que lleguemos a la superinteligencia. Si eso ocurre, creo que se acabaron las apuestas, ¿no?", respondió. Parecía casi alegre ante esa posibilidad, lo que me llevó a preguntarme hasta qué punto se lo tomaba en serio. "Si este es el último invento de la humanidad, entonces se acabaron las apuestas. Diferentes personas tendrán diferentes juicios sobre qué es eso y cuándo es eso".
No me di cuenta de lo importante que sería esa determinación hasta unas semanas más tarde. Trabajando en un reportaje sobre OpenAI, me enteré de que el contrato declaraba, básicamente, que si los modelos de OpenAI alcanzaban la inteligencia artificial general (IAG), Microsoft dejaría de tener acceso a sus nuevos modelos. Los términos del contrato, que de otro modo se habrían extendido hasta 2030, quedarían anulados. Aunque escribí sobre ello en mi artículo, y la cláusula nunca ha sido realmente un secreto de Estado, al menos en ese momento, no generó mucho debate.
La Cláusula va más allá del destino de las dos empresas
La Cláusula ha estado en el centro de la cada vez más deteriorada relación entre Microsoft y OpenAI, y actualmente está siendo renegociada. Ha sido objeto de artículos de investigación en The Information, The Wall Street Journal, Financial Times y, sí, WIRED.
Las frágiles condiciones de ese contrato están en el centro de un acalorado debate sobre hasta qué punto la IAG podría cambiar el mundo, y ser lucrativa si se hiciera realidad, y qué implicaría que una empresa con fines de lucro controlara una tecnología que hace que el Anillo de Poder de Sauron parezca un artilugio de plástico barato. Si quieres entender lo que está pasando en la IA, casi todo puede explicarse por La Cláusula.
Profundicemos en los detalles. Aunque el lenguaje exacto no se ha hecho público, fuentes con conocimiento del contrato confirman que la Cláusula tiene tres partes, cada una con sus propias implicaciones.
Hay dos condiciones que deben cumplirse para que OpenAI niegue su tecnología a Microsoft. En primer lugar, la junta de OpenAI debería determinar que sus nuevos modelos han alcanzado IAG, que se define en los estatutos de OpenAI como "un sistema altamente autónomo que supera a los humanos en la mayoría de los trabajos económicamente valiosos". Suena confuso, pero no es de extrañar que a Microsoft le preocupe que OpenAI tome esa determinación antes de tiempo. Su única forma de oponerse a la declaración del consejo de OpenAI sería presentar una demanda.
Pero eso no es todo. El consejo de OpenAI también tendría que determinar si los nuevos modelos han alcanzado una "IAG suficiente". Esto se define como un modelo capaz de generar beneficios suficientes para recompensar a Microsoft y a los demás inversionistas de OpenAI: una cifra superior a los 100,000 millones de dólares. OpenAI no tiene que obtener realmente esos beneficios, solo debe aportar pruebas de que sus nuevos modelos generarán esa recompensa. A diferencia de la primera determinación, Microsoft debe estar de acuerdo en que OpenAI cumple con esta norma, aunque no puede rechazarla de forma irrazonable. De nuevo, en caso de disputa, un tribunal puede tomar la decisión final.
Su propio CEO, Sam Altman, admitió en 2023 que las normas son vagas: "Da a nuestro consejo mucho control para decidir lo que ocurre cuando llegamos a ese punto". En cualquier caso, si OpenAI decide que ha alcanzado la IAG suficiente, no tendrá que compartir esos modelos con Microsoft, que se quedará con las versiones anteriores, ya obsoletas. Ni siquiera tendrá que utilizar los servidores en la nube de Microsoft, que actualmente tiene derecho de tanteo sobre su trabajo.
La tercera parte de la Cláusula establece que, mientras dure el contrato, Microsoft no podrá desarrollar IAG por su cuenta. Esto podría explicar por qué, a pesar de que el idilio original entre las empresas ha derivado en un conflicto casi al estilo Hatfield y McCoy, Microsoft insiste en que no está desarrollando sus propios modelos de IA de vanguardia, que presumiblemente aspirarían a la IAG.
¿Por qué aceptó esto Microsoft?
Resulta que la Cláusula encarna la furiosa división entre quienes piensan que la AGI está a un paso de distancia y quienes creen que es una quimera a corto e incluso medio plazo.
Por lo que sé, OpenAI insistió en la Cláusula cuando se formalizó la asociación porque Altman y compañía son verdaderos creyentes. Microsoft aceptó el concepto mirando hacia otro lado, porque Nadella y su equipo no creían que la IAG estuviera cerca de hacerse realidad, y menos aún antes de 2030, cuando expira el contrato. Todavía no lo creen. Así que Microsoft consideró que sus abogados lo protegían suficientemente a través del lenguaje contractual.
Eso era entonces. Pero en 2025, tienes a Sam Altman diciendo que podríamos estar llegando a la IAG este mismo año. Mientras tanto, se vive una carrera armamentista demencial, en la que empresas, especialmente Meta, están ofreciendo a los investigadores de IA compensaciones comparables a las de Ohtani para perseguir la superinteligencia, que es básicamente la IAG sin las ruedas de entrenamiento. Sería un desastre para Microsoft si OpenAI retuviera sus nuevos y asombrosos modelos. Tendría que empezar desde cero, porque no ha tenido libertad para trabajar en la IAG y, en su lugar, se ha centrado únicamente en productos comerciales.
Pero ahora Microsoft tiene una vía de escape del dolor de cabeza que representa La Cláusula. OpenAI, por razones que se remontan a la destitución temporal de Altman por parte de su junta directiva en noviembre de 2023, está intentando modificar su estructura actual hacia una forma de gobierno algo diferente, que implica convertir el ala con fines de lucro en una "corporación de beneficio público". El proceso está orientado a ayudar a OpenAI a crecer, eliminando los actuales límites a los beneficios y permitiendo a inversionistas y empleados poseer acciones directamente. Esto requiere la aprobación de Microsoft, lo que le permite renegociar la Cláusula, entre otras concesiones. Ninguna de las partes ha compartido los términos de la negociación, pero al menos un informe afirma que Microsoft podría estar pidiendo la eliminación total de la Cláusula.
También se especula con la posibilidad de que a OpenAI ya no le importe tanto. Después de todo, su impulso original era evitar que la inteligencia artificial fuera dominada por gigantes tecnológicos con fines de lucro. Pero OpenAI, valorada en 300,000 millones de dólares, se está reorganizando ahora como una empresa comercial, aunque para "beneficio público".
Sin embargo, sería una pena decir adiós a La Cláusula. Aunque no sea más que un puñado de frases redactadas en jerga jurídica, La Cláusula exige una definición útil de un punto de referencia para determinar si la inteligencia artificial ha alcanzado el punto en el que realmente sacude nuestro mundo. Su supresión supondría la muerte prematura de al menos un canario en la mina de carbón de la IA.
Artículo originalmente publicado en WIRED. Adaptado por Alondra Flores.