Era el 14 de julio de 2015, cuando la sonda New Horizons de la NASA, que había partido nueve años antes de Cabo Cañaveral, alcanzó el planeta enano Plutón. 10 años después, la sonda sigue activa y continúa su exploración del Sistema Solar transneptuniano (como cuando llegó a Arrokoth en la Nochevieja de 2019). Sin embargo, la visita a Plutón fue el corazón de la misión, el punto álgido de su exploración y uno de los mayores retos jamás logrados por una sonda espacial.
El nacimiento New Horizons
Cuando se concibió la misión y hasta el lanzamiento, Plutón aún se consideraba el noveno planeta del Sistema Solar. Tras los sobrevuelos de las Voyager de los cuatro planetas gigantes Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno, Plutón seguía siendo, por tanto, el único planeta jamás visitado, y aún no se conocía ningún cuerpo planetario más allá de su órbita. En una conferencia de la Unión Geofísica Americana, Alan Stern (aún director de la misión) organizó una sesión para convencer a otros investigadores de la oportunidad científica de una visita al pequeño planeta situado en los confines del Sistema Solar. Así nació el proyecto New Horizons, cuya sonda partiría de Estados Unidos el 19 de enero de 2006, pocos meses antes del famoso "descenso" de Plutón.
El encuentro con Plutón
Tras un sobrevuelo de Júpiter que proporcionó a la sonda el impulso de propulsión necesario mediante una honda gravitatoria, New Horizons alcanzó finalmente su objetivo el 14 de julio de 2015. Fue un sobrevuelo bastante estrecho, a una distancia de unos 12,500 kilómetros. Cambió para siempre la figura de Plutón en el imaginario colectivo. Hasta entonces, después de todo, Plutón había seguido siendo un punto de luz para la mayoría de los telescopios, e incluso para el legendario telescopio espacial Hubble era poco más que un disco moteado. De la comparación se desprende fácilmente lo importante que es la visita de una sonda espacial para comprender un cuerpo celeste.
Los hallazgos de la sonda New Horizons
Los datos recogidos por New Horizons fueron tantos que tardaron un año y medio en ser transmitidos de vuelta a la Tierra. Lo primero que llamó la atención fue ese enorme núcleo de hielo llamado Tombaugh Regio (en honor a Clyde Tombaugh, el descubridor de Plutón): un enorme glaciar injertado en un cráter de 4 kilómetros de profundidad y compuesto en su mayor parte por hielo de nitrógeno. Bajo una gruesa corteza de hielo, Plutón podría ocultar también un océano global de agua líquida. Por encima, sin embargo, hay una fina atmósfera que se condensa y sublima cíclicamente en función de su distancia al Sol.
Los satélites de Plutón
Caronte no se descubrió sino hasta 1978, casi medio siglo después que Plutón. New Horizons también nos permitió echar un vistazo a este cuerpo con el que Plutón forma un sistema binario de planetas enanos. Pero también las otras lunas, Estigia, Noche, Hidra y Cerbero. Cada una de ellas tiene sus propias características fascinantes. Uno de los descubrimientos más extraordinarios es que la mayor, Caronte, al interactuar con Plutón, hace que la masa de hielo del Tombaugh Regio esté siempre orientada hacia el planeta enano.
Un cuerpo aún por explorar
Todavía hay muchas preguntas y misterios en torno a Plutón y su sistema de satélites, empezando por el hecho de que New Horizons no pudo ver toda la superficie de estos cuerpos, sino solo la porción de ellos que estaba en la cámara durante el sobrevuelo. Este es uno de esos muchos cuerpos que estaría bien, algún día, poder visitar con una sonda específica que no se limite a hacer un sobrevuelo, sino que orbite a su alrededor.
Artículo originalmente publicado en WIRED Italia. Adaptado por Mauricio Serfatty Godoy.